Es un hecho contrastado que cuando una empresa llega a la cima del mercado, despierta las suspicacias y envidias de medio mundo (y Europa suele estar en esta mitad).
Microsoft, aparte de recibir sanciones multimillonarias por abusar de su posición dominante, fue obligada a revelar partes del código fuente de su sistema operativo con el fin de verificar si los procesos internos de Windows podían vulnerar la confidencialidad de la información.
Hoy en día, con el buque insignia del gigante de Redmond navegando a la deriva, es el turno del buscador que se ha convertido indiscutiblemente en el punto de referencia de la red. Tras unos años de buena reputación gracias a la gratuidad de sus servicios, y a su lema: «Don´t be evil«, Google empieza a darse cuenta de los inconvenientes de estar en lo más alto de un mercado global.
El respeto a la privacidad es el punto negro del modelo de negocio de Google. Por ello se empezó a dudar de la supuesta bondad del buscador y surgieron sospechas sobre su «plan maestro«. Y a partir de aquí entra en juego la Inq Agencia Española de Protección de Datos.
La Agencia cerró el 2007 con un informe sobre los buscadores más importantes de la red y la necesidad de que estos se adapten a la normativa europea de protección de datos.
Pero no terminan aquí los problemas para el buscador de Mountain View. Sucesivas reclamaciones de particulares y asociaciones de usuarios están empezando a meter a Google y su modelo de negocio en un verdadero apuro.
A consecuencia de la queja del subdirector de un colegio, la Agencia estimó que Google debe filtrar los datos personales contenidos en los boletines y diarios oficiales en España para que no aparezcan al «googlear» a una persona concreta.
Esta resolución se suma a otras tantas dictadas en favor de particulares que sintieron vulnerada su intimidad al descubrir que a través de Google se podía acceder a cierta información sensible. Ciertamente, a nadie le gustaría que ciertos datos saltasen a la luz, pero esa es precisamente la finalidad de la publicación de los mismos en los boletines o diarios oficiales, y son estos quienes deberían cancelar los datos una vez cumplida su finalidad, no un buscador que se dedica a mostrar información que está accesible al mundo entero…
La última bomba (por el momento) afecta a GMail, el correo electrónico de Google. Desde el primer momento en que se usa este servicio, llama poderosamente la atención ver publicidad en el lateral de la página directamente relacionada con el contenido del email. El llamado Adsense es una de las 2 principales fuentes de ingresos de Google, y consiste en un programa que escanea la información de un texto y muestra publicidad relacionada con el contenido escaneado.
Según la AEPD, este servicio de publicidad contextual vulnera la normativa española y europea de protección de datos, y por lo tanto debe desaparecer. Sin embargo, es curioso que se declare ilegal a GMail por «leer» el correo electrónico, cuando hoy en día la mayoría de los servicios de correo electrónico disponen de herramientas antispam que escanean los emails en busca de palabra típicas de estos molestos correos…
Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho.